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domingo, 22 de octubre de 2017

CANILLAS DE ALBAIDA

            Canillas, aquella a la que los árabes llamaban “albaida” (la blanca), se levanta inmaculada sobre una pequeña colina a los pies de las Sierras Tejeda y Almijara. Es otro de los pueblos que forman parte de la comarca de la Axarquía, y dentro de ella, se incluye en la denominada Ruta del Sol y del Vino, junto con Algarrobo, Sayalona, Cómpeta, Torrox, Nerja y Frigiliana.


            Que el pueblo que hoy nos ocupa forma parte de la Ruta del Sol y del Vino es incuestionable, sólo hace falta que paremos a un lado de la carretera y echemos un vistazo a la cantidad de casas con paseros que se ven en el paisaje. Todos ellos, en inclinadas laderas, orientadas estratégicamente, más o menos, hacia el sur, intentando aprovechar el máximo de calor y horas de sol, requisitos indispensables para hacer madurar las uvas y convertirlas en dulces pasas, de las cuales, se extraerá el caldo que tanta fama han dado a esta comarca desde la antigüedad.


             Dejamos la furgoneta a la entrada al pueblo, próximo a la calle del Llano de la Fuente, y desde aquí, cámara de fotos en mano, damos comienzo a nuestro recorrido. En una pequeña plaza dedicada a San Isidro se encuentra el lavadero público frondosamente decorado con plantas en su interior.


            Como viene siendo costumbre en este tipo de salidas madrugadoras, el desayuno en el bar se está convirtiendo en todo un ritual. Desayunamos en la terraza de una pequeña panadería situada en calle Estación, donde también sirven café. Desde aquí, las vistas son magníficas. Suaves lomas que se suceden con casas y cortijos blancos diseminados aquí y allá, y con la presencia lejana de la pedanía de Corumbela, pequeño núcleo poblacional perteneciente al vecino pueblo de Sayalonga, y que se perfila en el horizonte lejano recortado contra el cielo azul de la mañana. Desde aquí, se ve la ermita de San Antón y, tras el desayuno, hacia allá nos encaminamos. A medida que nos aproximamos a ella nos damos cuenta de que se encuentra en obras. La pequeña plaza donde está ubicada está vallada, en su fachada se levantan andamios y un gran plástico cubre la puerta de entrada. Qué le vamos hacer, otra vez será. Descendemos por la carretera salpicada de árboles de aguacates y disfrutando de las vistas que nos ofrece el valle que forma a nuestra izquierda el río Cájula. Llegamos al llamado Puente Romano, levantado para salvar las aguas del río Turvilla. Intentar fotografiar el viejo y reformado puente, tapado casi por la vegetación que lo rodea, hace que me vea obligado a extremar la precaución y caminar por la estrecha acequia que se eleva a unos metros del 


lecho del río procurando no tropezar o engancharme con las plantas que invaden dicha acequia. De ambos lados del puente salen dos antiguas y zigzagueantes calzadas romanas. Una se dirige a 


una zona conocida como El Cerrillo y la otra baja desde Canillas hasta aquí. Será esta la que nosotros tomemos para visitar el pueblo, pero antes, nos acercamos a ver un antiguo molino situado a pocos metros de aquí. Con el paso quedo y tranquilo de todo buen caminante, iniciamos el camino por la empedrada calzada romana y, poco a poco, comenzamos a ganar altura agradeciendo que todavía hace sombra en esta parte de la montaña. Llegamos a las casas del pueblo. La disposición de sus calles, su trazado y las empinadas cuestas, delatan la influencia morisca de esta localidad. Observamos que sus habitantes se esmeran en mantener bonitos y coquetos cualquier rincón del pueblo. Muchas de sus callejas están profusamente decoradas con plantas, haciendo que el intenso y lustroso verde de las mismas contraste con el inmaculado blanco de la cal que cubre las fachadas.


            Conviene caminar lento, disfrutando del más mínimo detalle: ese antiguo alero de una vieja casa, ese pequeño ventanuco en el que dormita una paloma, ese gato doméstico asomado al pequeño balcón desafiando con “chulería” las leyes de la gravedad o esas viejas botas de montaña tras las rejas de una ventana y que han sido recicladas a modo de tiesto para dar cobijo a una planta, son algunos de los detalles que debemos de ir descubriendo para sacar toda la esencia de nuestra visita.




            Llegamos a la plaza de Nuestra Señora del Rosario y a nuestra derecha se encuentra la iglesia de Nuestra Señora de la Expectación, construida entre los siglos XVI y XVII.


La casa que se levanta a su lado está densamente decorada con plantas, como helechos y “gitanillas”, mientras que un canario enjaulado pone con su canto melódico una nota sosegada en la pequeña plaza.


            Salimos de la plaza por calle Hornos y callejeamos por sus calles en sentido ascendente dejando atrás bellos rincones a nuestro paso.



Al rato, llegaremos a la parte más alta del pueblo, donde se levanta la blanca y hermosa ermita de Santa Ana. Edificio mudéjar del siglo XVI construido por los árabes y que les sirvió como fuerte en tiempos de la reconquista. En su exterior, tres arcos de medio punto protegen la entrada y que tiene por encima de ésta una hornacina con la imagen de un crucificado.  



 Se dice que desde esta ermita, sale un túnel que llega hasta el río Turvilla, y que fue excavado a golpe de pico por prisioneros cristianos para uso de los moros, con el propósito de poder abastecerse de agua en caso de ser sitiados. Lo más curioso es que esa galería aún no se a descubierto.
Desde esta posición las vistas sobre la sierra son excepcionales. Tenemos a la montaña conocida con el nombre de “la Maroma” frente a nosotros, inconfundible con su gran loma redondeada y descubierta de vegetación.
            El tiempo transcurre casi sin darnos cuenta y debemos de regresar, pero no queremos hacerlo sin antes visitar el callejón Araceli, que, con aproximadamente un metro de anchura, es el callejón más estrecho de toda Canillas de Albaida.


La próxima localidad a visitar será Antequera. Hasta entonces pues.


 

lunes, 2 de octubre de 2017

ARENAS

            El día se ha despertado nublado en Arenas. Es temprano, y la idea de fotografiar con las primeras luces de la mañana se ha desvanecido rápidamente al ver la pobre luz que baña el paisaje.


            Decidimos hacer tiempo y nos vamos a desayunar al bar “Juanete”, situado prácticamente en la entrada del pueblo. Café con leche y un “pitufo” de pan, con baicon, queso, tomate y mayonesa, nos cargan las pilas y comenzamos con brío nuestro recorrido. Lo hacemos desde la Fuente Árabe, a la entrada del pueblo.


            Se localiza a nuestra derecha, por debajo del nivel de la carretera. Su posterior reforma, en un intento de darle ese toque oriental, no me convence. Me gusta más lo que veo a través de las rejas que hay en la puerta de entrada. Aguas transparentes, paredes de roca y ladrillos encalados, sus  verdes culantrillos…
            Retomamos nuestro camino por la avenida principal y nos topamos con una escultura dedicada a la Mula, animal protagonista en una feria que celebran aquí, anualmente, los "arenuscos"y que tiene como objetivo principal recuperar las labores agrícolas que se efectuaban con 


la ayuda inestimable de estos animales. Paso a paso, comenzamos a ganar altura…Arenas es un pequeño pueblecito perteneciente a la región malagueña de la Axarquía y forma parte de la denominada “Ruta del Mudéjar”. La palabra Axarquía proviene del árabe “sarqiyya” y significa “parte oriental” o “región oriental”, y es efectivamente, el lugar donde se encuentra enclavado este municipio. Cuando caminas por sus calles y plazuelas es casi como si lo hicieras por algún poblado del norte de África. No cabe duda, que en sus blancas calles intrincadas afloran sus raíces árabes.

 


            Llegamos a una placita presidida por una fuente pequeña pero coqueta. En dicha plaza, se encuentra el edificio que antiguamente sirvió de Casa Consistorial, hoy convertido en Consultorio médico.


Muy cerca, en una de las callejas que parten de aquí, vemos una casa, cuya parte inferior está abierta con tres arcos de ladrillo al paso de gentes y de vehículos.


            Con paso tranquilo llegamos a la plaza de la iglesia, y como bien indica su nombre, aquí se haya la iglesia de esta localidad dedicada a Santa Catalina Mártir, levantada en el antiguo solar que ocupó la anterior mezquita en el siglo XVI. En 1926, y como consecuencia de un descuido con unas velas, la iglesia sufrió un incendio quedando el edificio bastante afectado, Un año después, seria 


reformada, pero su antiguo minarete, lo que actualmente es la torre con campanario, tuvo que ser sacrificado y de tener tres cuerpos pasó a tener sólo dos. En mi opinión, hoy por hoy, este minarete no destaca por su belleza. Nuevamente, en la década de los años 40, el edificio sería sometido a nuevas reformas. Me aproximo a la puerta de acceso, aunque en mi interior tengo la convicción de que me la voy a encontrar cerrada, y efectivamente, así me la encuentro, pero en ese momento la diosa fortuna me sonríe y una señora, al ver muestro interés por ver su interior, se presta muy amablemente a conseguir la llave del edificio y llevarnos a su interior. Ángela, que así dice llamarse esta señora, me cuenta algunos pasajes curiosos del edificio, como que en el incendio que sufrió el edificio en 1926 su abuela consiguió salvar de la quema a la custodia que guarda la hostia tras ser consagrada. Nos muestra las distintas dependencias del edificio, así como la pintura mural que pintó el artista malagueño Evaristo Guerra en una de las paredes del baptisterio.


Me ofrece la posibilidad de subir al campanario, cosa a la que acepto encantado. Una estrecha escalera de peldaños toscos recorre el interior del minarete y nos lleva al campanario, donde cuelgan dos campanas, una más grande y con más antigüedad que la otra. Tras un rato de charla, nos despedimos de Ángela, la cual, no ha dejado de mostrarnos una bonita sonrisa durante toda la conversación, agradeciéndole toda su amabilidad y simpatía mostrada.
            A medida que el día avanza las nubes desaparecen y el sol pega con fuerza. Montamos en el coche y ponemos rumbo a nuestro siguiente lugar a visitar. A la salida del pueblo se aprecian los cultivos predominantes de esta zona y que son el olivo, el almendro y la vid.


             Daimalos, es una pedanía del pueblo de Arenas, y se encuentra a menos de dos kilómetros de éste. Un pequeño pueblecito blanco en la ladera de un monte y del que destaca la fachada de su iglesia situada casi en el centro del casco urbano. Dejamos el coche en la entrada y comenzamos a 


subir por una empinada calle que nos llevará a la iglesia. Me llega un olor a vino, y a nuestra derecha, un señor en pie y con sombrero, nos ofrece un trago de vino. Lo acepto gustosamente y nos invita a pasar al interior de la vivienda, la cual, tiene acondicionada como bodega, llena de barriles de distintos tamaños y de trastos varios. Ente sorbo y sorbo le damos a la hebra. El vino lo elabora él mismo, Rafael, que así se ha presentado. Me dice que fue torero, y me enseña una foto en blanco y negro, enmarcada en la vieja pared, en la que se le ve vestido de luces y ante un toro en el albero, según me comenta, en una plaza de toros de Barcelona. “¿Cuál fue su nombre artístico?” le pregunto, “Rafael de Rosario; Rosario por mi madre”.

            La iglesia de Nuestra Señora de la Concepción fue levantada en el siglo XVI y es de estilo mudéjar. Lo que más destaca de ella es su alminar, construido en el siglo XIII y resto de la antigua mezquita. Este alminar me encanta, con sus viejos ladrillos encalados, y con sus pequeños arcos de herradura apuntados y ciegos hechos de una manera tosca. 



Deseo ver el interior de la iglesia, de la que he leído que aparecieron restos de pinturas murales en sus paredes, así que tras seguir las indicaciones de unas vecinas al preguntarles por quien puede tener la llave de la parroquia, allá que me voy. Llamo a la puerta de una casa y me abre una señora. Le doy los buenos días y le digo amablemente que me gustaría ver el interior de la parroquia. Respuestas como “ahora mismo estoy limpiando pescado” o preguntas como “¿para qué quiere ver la iglesia?” me hacen saber rápidamente que me voy a quedar con las ganas de verla. “Tendrá que venir usted a las siete de la tarde que es cuando se reza el rosario” o “puede usted venir el último domingo del mes que es cuando se da misa”. No valen de nada mis escusas; la decisión la tiene tomada. Si Ángela en Arenas fue la cara de la moneda, esta mujer en Daimalos fue la cruz.


            La iglesia de Daimalos cuenta con una leyenda que está cargada de intriga y de misterio. Según parece, corría el siglo XVIII cuando un sacerdote venido de Tolox, llegó a la parroquia para hacerse cargo de la misma. Al poco tiempo de su llegada, comenzaron a desaparecer objetos de valor y empezó a engatusar a los lugareños con terribles historias apocalípticas y a pedirles dinero para sus misas a cambio de la salvación. No contento con esto, también engañó a algunas mujeres con las que mantuvo relaciones sexuales. Un día, desgraciadamente para él, fue descubierto todo el engaño. Se dice que las gentes del pueblo cogieron al párroco promiscuo y a varias de sus amantes y fueron emparedados en una de las paredes de la iglesia. Desde entonces, son muchos los que en el silencio de la noche, al pasar junto a este lugar oyen lamentos. Dicen que son los lamentos y sollozos de las ánimas que claman piedad desde el otro lado del muro implorando su perdón.


 Este muro es el llamado "el rincón de las ánimas".


            No es la única leyenda con la que cuenta Daimalos como veremos a continuación. A las afueras del casco urbano, aunque próximo al mismo, se encuentra una bella fuente árabe.


Se trata de un pequeño aljibe de época almorávide nazarí,  que lo sitúa entre los siglos XII y XV. Tiene unas dimensiones aproximadas de tres metros cuadrados y una entrada con arco de herradura. 


 Asomándonos a su interior, vemos como el fondo del aljibe es de roca y es por donde mana el agua. En esta zona cuelgan cantidad de culantrillos. Tiene un bello techo abovedado construido en ladrillo y en el que tiene incrustados unos cuencos de cerámica. Es realmente muy bonito. Cuenta una leyenda que, en época musulmana, una joven mora veía pasar sus años sin que el amor llegase a ella. Viendo que su lozanía pasaba sin encontrar pretendiente, decidió buscar consejo en un sabio santón del pueblo de Sayalonga. Éste, le dijo que bebiese varias veces al día del agua de esta fuente. Tras seguir el consejo del santón la joven encontró al poco tiempo el amor que tanto ansiaba. En ella, y siguiendo los pasos de aquella mora, han venido mucha gente a beber buscando esa recompensa amorosa. Desde entonces, a esta fuente se le conoce como la Fuente del Amor.

            Arenas tiene más cosas que mostrarnos pero el tiempo apremia y tenemos que regresar a casa.  

                El próximo día visitaremos Canillas de Albaida.