Para visitar
la Cueva de la Pileta, es conveniente llamar por teléfono previamente para
concretar el día de la visita, ya que el acceso a su interior se efectúa con
grupos reducidos de 20 a 25 personas. Para llegar a ella viniendo desde Málaga,
habrá que atravesar el pueblo de Benaoján y tomar la carretera que se dirige a
Jimera de Líbar. A poco más de cuatro kilómetros, un rótulo indicativo a
nuestra derecha nos dirige al aparcamiento donde dejaremos el vehículo. Desde
aquí, tendremos que salvar los 101 escalones de una escalinata tallada en la dura
roca caliza y que nos llevará tras unos cuantos resoplos a la caseta de
información y a la boca de la cueva.
La Cueva de la Pileta fue descubierta
por un lugareño, D. José Bullón Lobato, en 1905 cuando recolectaba excremento
de murciélago para utilizarlo como abono. Con el tiempo sería declarada
Monumento Nacional y posteriormente Bien de Interés Cultural.
El guía que nos acompañará en la
visita reparte una lámpara portátil por parejas y, tras una pequeña charla
sobre el descubrimiento de la cueva y sobre normas a seguir durante el
recorrido, nos ponemos en marcha. El grupo se estira en una fila y a su paso se
iluminan las salas y el interior de las galerías, de tal manera, que se crean
juegos de luces y sombras mágicas y sobrenaturales. Resulta muy complicado
describir la grandeza y la belleza que alberga su interior. Durante el
recorrido a visitar, atravesaremos lugares y rincones con nombres como la
galería de los Murciélagos, la Sala del Castillo, la Cascada Negra, la Cascada
Principal, el Salón, la Nave Central, las Termópilas, el Salón del Lago, el
Desfiladero, los Órganos, el Baño de la Reina Mora y la Sala del Pez, todo en
una distancia aproximada de unos 500 metros. En dicho recorrido el guía nos
mostrará bellas formaciones, como estalactitas, estalagmitas, columnas, gours,
coladas y banderas, todas ellas creadas por el trabajo lento y constante de la Naturaleza
a lo largo de cientos de miles de años. En cuanto al arte rupestre mostrado,
aparecen dibujos esquemáticos, de zoomorfos y de una gran variedad de animales
como caballos, toros, cabras, un pez, una foca o un lince, entre otros. También
se muestran restos de cerámicas y útiles utilizados por aquellos hombres que habitaron
en antaño la cueva.
. Aquí habitan colonias de
murciélagos que llegan a sumar unos 18.000 ejemplares.
. En algunos lugares podremos observar
las manchas negras dejadas por el humo de las hogueras que hacían aquellos
individuos como, por ejemplo, en la Cascada Negra.
. La cueva fue recorrida por un río
subterráneo hace unos treinta millones de años, lógicamente, antes de la
ocupación humana.
. En el Salón de las Pinturas,
actualmente cerrada al público, se encuentran pinturas de animales, entre las
que cabe destacar la pintura de un reno a tamaño natural y la de un pez con
cuatro metros de longitud.
. El dibujo de un caballo mostrado en
una de sus paredes tiene una antigüedad de más de 40.000 años, lo que la hace
una de las pinturas más antiguas de Europa.
. A baja altura, a la derecha en el
sentido de marcha hacia el interior de la gruta y en una especie de hornacina
natural abierta en la roca, nuestro guía nos mostrará el dibujo de una figura
humana con un arco de caza.
. Otro personaje curioso mostrado
será el llamado “Icaro” o “el Hechicero” que es la representación de un hombre,
que pudo haber sido un “chamán” y que parece estar cubierto con plumas. Junto a
él, aparecen pinturas de vulvas u órganos sexuales femeninos.
. Algunas de las estalactitas están rotas
como consecuencia del tremendo terremoto que asoló Lisboa en 1755.
. Se han encontrado numerosos restos
óseos animales como cabras, osos o caballos, así como de humanos fosilizados en
distintos puntos de la cavidad, como por ejemplo en la Sala del Jardín o en el
fondo de la Gran Sima, ambas cerradas al público.
Por todo esto, bien merece la pena
una visita a la cueva. Los amantes, como un servidor, de la Historia y de la
Naturaleza, lo agradecerán. Eso sí, una recomendación, los que seáis frioleros,
llevaros una prenda de abrigo, ya que la temperatura en el interior suele
rondar los 15º y el recorrido dura poco más de una hora.
Como las fotografías en el interior
están prohibidas os muestro algunos de los dibujos realizados en mi cuaderno de
ruta.
En el Museo
Arqueológico de Málaga, el que fue el antiguo edificio de la Aduana, podremos
observar algunos objetos encontrados en el interior de la cueva, un posible
colgante fálico, la “Venus de Benaoján”, así como por ejemplo esta concha de un
gran bivalvo usada como lámpara móvil...
o este trozo de estalagmita usada como lámpara fija.
Benaoján, aparece como un pueblo
“estirado” longitudinalmente por la falda de la sierra a la que llaman de Juan
Diego. Estamos en pleno verano y el calor aprieta, con lo que la visita es incompleta, rápida y fugaz. Sólo algunas pocas fotos a rincones bellos y pintorescos.
La iglesia de Nuestra Señora del
Rosario se levantó entre finales del siglo XV y principios del XVI muy
seguramente, y como casi siempre ocurre a lo largo de la historia, sobre el solar que ocuparía la
anterior mezquita musulmana. Desde su construcción a sufrido bastantes
reformas, lo que ha hecho que su estado original haya cambiado bastante a lo
largo de todos estos años.
Paramos para reponer fuerzas en el
bar-restaurante “Las Banderas”, situado en el kilómetro 12 de la carretera de Ronda a Benaoján. Allí, la amabilidad de Pepe, hace que pasemos un rato muy
agradable mientras comemos en la terraza y a la sombra. Tras el café, que nos
devuelve a la vida dejando atrás ese sopor del que somos víctimas tras el buen
yantar, retomamos el camino. Nos dirigimos
a la entrada de la Cueva del Gato.
De joven, estuve federado en
espeleología y tuve la oportunidad de recorrer su interior. La verdad es que
nunca le encontré parecido a la cara de un gato, nombre por el cual recibe su
nombre. Esta cueva, situada dentro del Parque Natural de la Sierra de
Grazalema, forma parte del denominado “Sistema Hundidero-Gato”. Por su boca
manan las aguas frescas y cristalinas del río Guadares y que en breve se unen a
las del río Guadiaro.
Al llegar a
la boca de la cueva sentí dos sensaciones bien contrastadas y enfrentadas. Por
un lado, me vino el maravillosos recuerdo de aquellas noches en la tienda de
campaña, con los compañeros de espeleo y aquellas intensas sensaciones al
recorrer el interior de la cueva con el corazón a mil por hora; la “Sala del Gours”, el “Cabo de las Tormentas”, La “Gran Estalagmita”, “Dunas”, el “Paso
del Guerrillero”…Por otro lado, no puedo evitar que una decepción me estremezca
el cuerpo al contemplar el lugar con decenas de personas, con sus toallas
extendidas, sus neveras portátiles, sus bolsas de comida, sus latas de
refrescos, sus perros sueltos…La próxima vez que vuelva, intentaré que sea en
otra época que no sea verano, me gusta ver el lugar más tranquilo y con menos
bullicio.
Por último,
ni que decir tiene, que la entrada a su interior está prohibida salvo que te
expidan un permiso. Es peligrosa si no tienes un mínimo de conocimiento y aún siendo así, se ha cobrado la vida de más de una persona. Si estas palabras no te
convencen, sólo tienes que buscar una pequeña placa de mármol con una
inscripción en la parte alta, a la izquierda de la entrada de la misma.