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lunes, 11 de enero de 2016

CASABERMEJA (Parte 2)

La visita a esta zona la efectué a primeros de Noviembre del 2015.

Las lluvias de los últimos días han dado nueva vida a la zona tras los calores del estío y, el verde, en todas sus variantes y tonalidades, revienta por todos los rincones contrastando con el gris de la piedra y el marrón oscuro de los troncos mojados de las encinas y alcornoques. Pasamos junto a las ruinas de un antiguo cortijo al que un pequeño y abandonado tractor, “vigila” desde hace años. Ambos, cortijo y tractor, van muriendo poco a poco, año tras año, testigos mudos de tiempos pretéritos. Llegamos a una zona conocida como “atrio” antesala de los abrigos rupestres en los que en muchos de ellos, en las paredes de su interior, se encuentran pintados símbolos, puntos y figuras de tonos rojizos y que fueron hechas por la mano del hombre hace aproximadamente unos 4.000 años. También hay una zona trabajada como cantera en donde se aprecia, claramente, los bloques de piedra extraídos a la arenisca.


Los distintos abrigos que se encuentran en la zona fueron motivos de estudio hace ya algunos años llegando a contabilizarse en la zona un total de setenta y siete, siendo veintinueve de ellos los que contienen restos de pinturas o grabados. En algunos, se encontraron talleres megalíticos con tallas en sílex, como hachas y puntas de flechas entre otros. Las pinturas, que varían en colores que van desde el violeta al rojizo, pasando por distintos tipos de ocres, en su mayoría, son de tipo antropomorfo en las que se representan figuras humanas. Algunas de estas figuras son especialmente curiosas, como la que parece portar un hacha, o un grupo de figuras multitudinarias que dicen los expertos representar lo que parece una danza, u otras de formas extrañas que pudieran representar un cuadrúpedo, otra en lo que parece un parto, u otro dibujo sumamente visible, que se parece a una especie de “cienpies” y en la que los expertos y estudiosos no parecen ponerse de acuerdo sobre su significado. En cuanto a los grabados, suelen ser sobre todo, pequeñas cazoletas y líneas talladas en la roca, aunque en un par de abrigos hay perforaciones en la roca y, en uno de ellos, mirando a través del orificio practicado, se ve el lugar exacto por donde sale el sol en el solsticio de verano, hechos que podrían confirmar cierto interés por la astronomía. Cerca de la zona, hacia el este, quedan los restos de lo que parece que fue un antiguo poblado: restos de edificaciones que separan dependencias, así como restos de cerámicas y tejas rotas.


La zona se encuentra rodeada por una mancha de bosque mediterráneo con presencia de encinas, alcornoques, aulagas, ruscos, esparragueras, y en cuyos sustratos crecen en esta época del año setas y hongos que, ante la ignorancia de un servidor, no sabría clasificar y menos citar, con lo que me limitaré a decir que unas son pequeñas y negras, otras de tonos marrones de pies blancos y láminas de color claro bajo su sombrero, otras de color naranja y sin formas definidas que crecen a lo largo de los troncos muertos, otras grandes y violáceas, otra de pie y láminas blancas pero de sombrero rojo, otras que forman el llamado “corro de brujas” y otras blanquecinas y redondas con forma semejante a huevos.



El tiempo apremia y todavía quiero localizar cerca de este lugar los restos de un enterramiento megalítico conocido como el dolmen del Tajillo del Moro. Lo encuentro al otro lado del arroyo del Romeral, tras pasar por encima de la represa y en lo más alto de un promontorio, junto a una retama. Sólo quedan las lascas de piedra laterales llamadas orostatos. Aquí se encontraron los restos óseos de tres individuos junto con un ajuar funerario compuesto de cerámicas y material lítico. Está datado en una fecha correspondiente entre el 2600 y el 2300 antes de Cristo.


Para comer, decidimos hacerlo en una antigua venta situada en la vieja carretera que unía Casabermeja con Málaga. Nos encontramos en una hermosa venta que data de 1490 y que tiene por nombre “Patas Cortas”. Su propietario, un hombre con sombrero al estilo cowboy, amante de los perros y repleto de amabilidad nos invita a pasar, me da permiso para fotografiar lo que quiera, cosa que hago rápidamente y con verdadero placer ante la belleza que guarda cada rincón del antiguo ventorrillo. En su interior, una gran estufa de metal en medio del salón reparte un calorcillo agradable por toda la estancia cuyas paredes, decoradas en blanco y azul, se encuentran repletas con multitud de útiles antiguos como romanas, platos, sartenes, grilletes, aperos de labranza,  pistolones, trillos, etc. Pedimos un vino y un plato con algo de chorizo. Miguel, que así se llama el propietario, se mete en la cocina y al rato, nos trae un plato con chorizo y morcilla a la brasa, pan de pueblo, aceitunas, un plato de migas y un platito con sabrosas patatas fritas acompañado de un suculento trozo de lomo. Damos la hebra durante un buen rato, nos presenta a su mujer y a su hija y al final, nos hacemos una foto juntos antes de echarnos nuevamente a la carretera para tomar el  camino de vuelta.


Hasta pronto !!

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